domingo, 12 de julio de 2009

Trotamundos

Si supieras que vas a morir en poco tiempo, ¿qué harías?
No se dan cuenta.

Muchos apenas se percatan de ello. Y es que son, sin pretenderlo quizá, unos suertudos por hacerse con algo totalmente anhelante y muy deseable.

Han visto sonrisas, gestos y miradas. Se han cruzado con los ojos de extraños no tan cercanos. Han intercambiado palabras de las formas más variopintas. Han sufrido o gozado de climas dispares. Se han deleitado con las maravillas de genios de la arquitectura, de la pintura o de la escultura. Han contemplado otros mares. Han pisado la grava, arena o piedra sobre la que caminaron personajes célebres; o quizá no tanto.

Sin embargo, no se dan cuenta. Gran parte tiene la oportunidad de verlo como una rutina, de tener variadas posibilidades al alcance de su mano, e incluso puede haber algunos a los que la perspectiva no les tiente en absoluto, ya que prefieren permanecer en casa, al abrigo de su gente y su monotonía (que, ojo, no tiene por qué tener nada de desagradable).

Dos emociones se entrecruzan en mí al llegar determinadas fechas: la envidia y la nostalgia. Envidia por ese anhelo irrefrenable de estar en su lugar, de que se me brinden oportunidades así.Y nostalgia porque quiero regresar. Regresar a esos momentos en los que he volado del nido por un instante, para disfrutar de experiencias que me eran desconocidas.

Aun con todo, queda en evidencia que no todos se comportan de este modo. Otros muchos se percatan de que han de sacar provecho de tales oportunidades y, con no poco criterio, disfrutan.

Pero todavía existe una tercera categoría entre estos suertudos: hay otros, probablemente muchos menos, que salen al mundo para ayudar. Y precisamente es a ésos a los que envidio con más fiereza, incluso de manera nada sana, porque ellos tienen el valor y el empuje preciso , empuje del que yo carezco, para lanzarse a mejorar la vida del prójimo, o tan sólo a intentar hacer de este globo un lugar algo más habitable para todos. Son ellos los que, sin duda, merecen mayor consideración.

Y es que la pregunta del encabezamiento me la formuló hace nada, no con poco interés, un amigo. ¿Mi respuesta?

Viajaría. Viajaría por todo el mundo. Pero sola no, claro: acompañada.

Reflexionando...


Viajar es imprescindible y la sed de viaje, un síntoma neto de inteligencia.

Enrique Jardiel Poncela

1 comentario:

ana dijo...

una se dedicaría como ahora mismo, haciendo lo mismo, (tal vez vendería mi casa y con el dinero viajaría a algún lugar que pensara, lo demás para los demás) e incluso haría un poquito más por las personas que quiero. sobre todo a un chico que me trae loquita, le diría, estate un ratin conmigo una tarde de estas antes de que muera, charlaría con el y le diría que le amo, como continuamente hago. estoy un poco romanticona

salud.

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