domingo, 28 de junio de 2009

Cambios

La vida es un continuo cambio. Todo va evolucionando a medida que las agujas del reloj prosiguen con su tic-tac. Lo curioso es que esa evolución parece ser circular: las cosas van a parar al mismo sitio donde comenzaron.

En la moda, las tendencias vuelven; en la naturaleza, el ciclo de la vida posibilita nueva vida a través de la muerte. Y da la impresión de que algo así me ha sucedido a mí, y a otros muchos.

Durante este embarazo, estos nueve meses tan nuevos, he acabado por encontrarme con lo mismo. Porque en cualquier lugar, a pesar de que pueda parecer tan diferente, hay lo mismo: personas. Personas con las que te diviertes, con las que sufres, con las que sonríes, con las que sollozas, con las que aguantas, con las que descubres. Personas que te conocen, que te traicionan, que te afectan, que te menosprecian, que te ayudan, que te ignoran, que te felicitan. Que te quieren.

Para esas últimas va dedicada esta escueta y simple entrada. Para todos aquellos que han posibilitado que todo adquiera un tono especial. Para ellos, los que se han molestado en conocerme y hablar, en pasar horas conmigo haciendo de nada y de todo, los que no se han ido cuando la tormenta acechaba sobre nuestras cabezas y los que han disfrutado de los ratos de sol porque así lo merecían.


¡Qué narices! Esto también va dirigido a los que han hecho que crezca. Sí, vosotros: los que me habéis criticado, los que habéis susurrado a mis espaldas, los que no habéis sido fieles, los que me habéis abandonado, los que me habéis puesto las cosas un poco difíciles, los que habéis intentado impedir que sea yo, los que os habéis empeñado en alejarme de los míos. Vosotros os merecéis el mayor aplauso, pues posibilitáis que me refuerce todavía más.

A los recién llegados, gracias por asentaros a mi lado.

Y a los que ya estábais antes... gracias por quedaros.

El primer paso hacia mi sueño ya está dado. En el próximo curso, más.

Escuchando... a Michael Jackson.



Desde su más tierna infancia...





hasta su madurez, hizo feliz a millones de personas con su música.

Descanse en paz, King of Pop.

martes, 16 de junio de 2009

Vuelve...

Es lo único que te pido.

Hace tiempo que te escribí, y hoy me he visto impulsada a hacerlo de nuevo. Da la impresión de que la única forma de llevar a cabo un llamamiento potente es a través de estas teclas. Quizá sea, de hecho, la única manera de tenerte conmigo.

Parece que no te necesito, que no te echo de menos, que no te quiero ni lo más mínimo. Mas te equivocas tanto..., pues eres una de esas afortunadas que da sentido a mi vida. Porque contigo soy, realmente, yo misma.

Sin embargo, te he menospreciado: te he ignorado, no te he dedicado tiempo, y ni siquiera me sentía culpable por ello. Cualquier excusa valía: "estoy agobiada", "es el estrés", "necesito despejarme, no me voy a poner a eso...", "entre una cosa y otra...", "cuando acabe con esto le dedicaré más tiempo", "bueno, no pasa nada, en verano lo soluciono..."

Mi pequeña, mi pequeña y dulce criatura, ¿no te das cuenta de lo que te he hecho? Tanta felicidad, tantos buenos momentos me procuraste..., y ahora no soy capaz de corresponderte. No he tenido el ánimo, el empuje, el valor necesario para volver contigo de pleno. Lo paradoja es que, de haberte dedicado unos cientos de milésimas de segundo más, me habrías ayudado a sentirme mejor, a ver las cosas mejor, a ser mejor.

Y es que siempre eres complaciente. Jamás me entregas nada que no sea una sonrisa, una satisfacción, o al menos un sueño. Contigo los exámenes, las riñas, los planes frustrados, la impotencia, la nostalgia, la tristeza, y toda sensación negativa imaginable se quedan en suspenso mientras estás junto a mí.


Ésta es la verdadera: prometo volver a tu lado cuanto antes. Gastaré más tinta que nunca... porque lo mereces.

Escuchando... Christie Road, de Green Day.

martes, 2 de junio de 2009

Como Rosseau


Extraño como un pato en el Manzanares,
torpe como un suicida sin vocación,
absurdo como un belga por soleares,
vacío como una isla sin Robinsón,
oscuro como un túnel sin tren expreso,
negro como los ángeles de Machín,
febril como la carta de amor de un preso...
así estoy yo, así estoy yo, sin ti...
Así voy y vengo, en el espacio y en el tiempo, meciéndome al compás de unos suaves acordes de fondo. Y es que siempre he tenido el grave problema de soñar demasiado.

De seguro, me falta el intelectualismo y el talento del gran personaje de Rosseau, pero se da el caso de que a veces me convierto en una ensoñadora, una paseante solitaria, tal como él decía sentirse.

En todo momento deseo que se presente la ocasión para hacerlo. No me limito a los típicos pensamientos previos a conciliar el sueño: me parecen meros somníferos. Lo que verdaderamente me apasiona es hacerlo con los ojos abiertos, bien abiertos hacia el mundo que me rodea.

Me espera un largo viaje en coche o autobús. O quizá tenga que caminar, quién sabe, hasta un punto un tanto lejano. ¿Qué mejor excusa para hacerlo? Música, por favor, y después... tan sólo hay que dejarlos fluir.

Los pensamientos van copando la mente, pero cada vez se tornan menos banales, obligatorios o puntuales. Se van convirtiendo en imaginaciones, deseos, anhelos ocultos. Se pasa del recuerdo del día anterior a la memoria de un momento demasiado feliz, que aporta fuerzas para afrontar un día ya cansado desde los primeros albores de la mañana. Se vagabundea de ensueño en ensueño, de un plan factible a otro descabellado pero ansiado. Se construye el escenario de cientos de historias. Puede que sean imposibles. Pero esa evasión hace feliz por unos instantes a su portador.

Un deseo se vuelve eterno; un momento feliz se prolonga de forma infinita.

De fondo, mi compañero de viaje continúa acariciándome los oídos.

Escuchando... Así estoy yo sin ti, de Joaquín Sabina.

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