miércoles, 8 de julio de 2009

Ingenua

Imaginad la escena. Una jovencita universitaria toma asiento en un sillón negro de ruedas. A sus espaldas, una peluquera veinteañera de pelo de un caoba rojizo trajina con sus cabellos recién capeados y le empieza a hacer preguntas. Por no sé qué camino, desemboca en el tema de los noviazgos. Más al fondo de la estancia invadida por útiles de belleza, otra muchacha, rubia y de similar edad, se incorpora a la conversación. Y, en un intercambio de opiniones así, no podía faltar la madre de la protagonista de la polémica.

-A esta edad, en general, las cosas se acaban. (caoba)
-Sí; ¡quién sabe lo que pasará dentro de tres años! (madre)
-Pues mira, yo llevo desde los 15 años con el mismo chico. (rubia)
-Ya, bueno. (caoba)
-Eres joven, aún es pronto para estas cosas... (madre)
-Bueno, ya no lo es tanto. Pero sí, es joven: 19 años. Todavía es tu niña. (caoba)
-Tú céntrate en estudiar, que es lo más importante. (madre)
Una retahíla de consejos recibidos más o menos afortunadamente, pero bienintencionados. Pero ella se siente, de súbito, presionada. No tanto presionada por los demás, sino más bien presionada por el tiempo. Por las circunstancias. Por el miedo.

Ella siempre ha sido una soñadora. Quizá no debiera serlo, pues da la impresión de que la gente, hoy en día, tiende a ser más pragmática. Si una parte marcha lejos por un tiempo, parece oportuno abandonar lo emprendido. Si sobreviene el cansancio y no imperan los esfuerzos por salvarse en una mala racha, mejor dejar lo comenzado. Si, a fin de cuentas, todo va a pique, acaba terminando porque nadie pone remedio. A ella le gustaría creer que hay más personas de las que imagina preocupadas por esto, pero no hay más que pensar en la frase de su madre: "Tú céntrate en estudiar, que es lo más importante. "

De todos modos, ella se resiste a creer que la madre trate de alejarla de sus aspiraciones. Al fin y al cabo, sólo desea que se incline más hacia una, aquélla que le asegure un futuro. Un futuro mucho más estable que el que le puede proporcionar un principito que podría tornarse rana de un momento a otro. Eso es lo que toda madre tiende a pensar, y no le falta razón, pues nunca parece haber escasez de corazones rotos en este mundo, dicho mal y pronto.

Pero es que ocurre algo curioso: a ella no le faltarían razones para dejar de soñar y poner los pies en tierra firme, pero el caso es que todas estas afirmaciones refuerzan su empeño. ¡Qué estúpido es creer que existe alguien que nos puede corresponder y amar de verdad durante toda nuestra vida! ¡Cuán tonta tiene que ser aquélla que, rodeada por la actitud práctica del momento, quiera conquistar una felicidad plena basada en una sola persona! ¡Y, además, sabiendo que esa persona es totalmente imperfecta y que un fallo garrafal de la misma puede decepcionarla y hacerla caer en un hoyo de desilusión! Lo peor de todo es que sabe con certeza que las cosas pueden terminar, de repente, por factores y factores, ya que lo ha soportado en un pasado no tan lejano. Qué ingenua, ¿verdad? Pues ella se resiste.

Y es que ella desea, como decía hace unos meses ese profesor que le ha hecho reflexionar tantísimo, pasar por encima de las limitaciones de él. Hasta ahora lo ha logrado. Pero, ¿y si esos sabios adultos llevan la razón? ¿Y si el sentimiento se acaba, pues la desilusión puede con él? Algo así quería decir su madre, así como la joven de cabello caoba.

Desde luego que empatiza totalmente con la muchacha de cabellos dorados. Porque, si hubiera de elegir entre lo más verdadero que hay en la vida, ella no dudaría ni un instante al proclamar su elección: escogería el amor. Aunque eso le costase ser una atolondrada ingenua por siempre.

Reflexionando...

Aprendemos a amar no cuando encontramos a la persona perfecta, sino cuando llegamos a ver de manera perfecta a una persona imperfecta.
Sam Keen

2 comentarios:

Álex Garaizar dijo...

Muchas veces he pensado en eso. Siempre llego a la misma conclusión: si estás con alguien de forma estable tiene que ser, por narices, basándote en que te espera un futuro de amor junto a ella. No tiene ningún sentido pensar que estás con esa persona pero que un día todo acabará y empezará una nueva relación.

Lo que no quiere decir que tenga algo de ilusorio, haciendo que todo tenga algo de paradoja.

No sé si me explico XD

Marta González Coloma dijo...

Claro que te explicas; es lógico que si buscas algo estable sea porque quieras que dure. De lo contrario, no tendría sentido esforzarse, ¿no? :P

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