martes, 28 de julio de 2009

A tiempo parcial


Vaya: has vuelto. Y parece que has cambiado de parecer.
Todavía no te entiendo, y puede que tampoco te crea. Pero deseo creerte.

De un día para otro, te marchaste de mi vida esgrimiendo cuatro pobres excusas. De repente, todo lo que había significado para ti pareció convertirse en una nube de humo que, más rápido de lo que percibía, se esfumó. Todos nuestros lazos desaparecieron: las conversaciones disparatadas, las sinceridades confiadas, los abrazos espontáneos, los enfados infantiles y menos importantes. Pum. Se fueron, amparadas por diversos pretextos coronados por el mayor de todos ellos: había cambiado.

Ya no me saludabas ni me llamabas en busca de consuelo, y tampoco me lanzabas miradas cómplices ni esbozabas sonrisas para dedicármelas ante una tontería. Ni siquiera me mirabas a los ojos cuando pasaba a tu lado. Sin dramatizar, había perdido de sopetón al que creía un buenísimo amigo. Lo más curioso de todo era que apenas me había percatado del susodicho cambio. Yo me sentía la misma; o al menos me importabas lo mismo.

Probablemente, yo también me llevé mi parte de la culpa en aquel distanciamiento al que siempre aludes. Pero, ¿cuál era la razón de tantos susurros, cuchicheos y murmuraciones? ¿Era el rencor lo que te cegaba para, así como así, empezar a hablar de mí como de una extraña? ¿O simplemente era dolor ante el supuesto cambio que puede que no te molestaras en comprobar, y que incluso puede que tú también sufrieras?

Poco a poco, me he ido percatando de que todos cambiamos con el tiempo. No he llegado a dilucidar de qué tipo es ese cambio, pero estoy casi convencida de que mantenemos una esencia que permanece, aunque el caparazón vaya modelándose. Si mis rasgos más característicos, los que conociste desde el principio, continúan ahí, ¿por qué pasé a ser una desconocida para ti?

¿Qué es lo sorprendente? Que ahora regresas, y quieres que las cosas retomen su cauce.

A pesar de que no llegase a entender tus razones (cosa que todavía no he hecho), creo que necesitaba perdonarte. Aunque sólo fuese por hacer honor al pasado.

Pero las preguntas acerca de tus reacciones pasadas siguen rondando mi cabeza. ¿Si estabas tan sumamente seguro de que "íbamos a dejar de ser amigos pronto", por qué te esforzaste (o aparentaste hacerlo) por forjar una amistad a tiempo parcial? ¿Acaso se te antoja divertido hacer y deshacer amistades para matar el tiempo libre? Y ahora, ¿por qué deseas rehacer la nuestra de nuevo? ¿Acaso ha cambiado algo repentinamente? No te comprendo, ni creo que llegue a hacerlo nunca.

Por fortuna, tengo amigos a tiempo completo.

Reflexionando...

La amistad es más difícil y más rara que el amor. Por eso, hay que salvarla como sea.
Alberto Moravia

No hay comentarios:

Powered By Blogger