martes, 2 de febrero de 2010

El tallo seco



Las cosas más bellas de este mundo son las que más frágiles se nos antojan.

Cuando era pequeña y todavía me maravillaba ante cualquier detalle nimio, alguien me comunicó que a las amapolas no les quedaba mucho tiempo de vida. Quizá mis primeros sentimientos de culpa nacieron de esa revelación: adoraba toquitear y arrancar estas bellezas que, con mayor celeridad que otras plantas, se destartalaban y deshacían entre mis dedos, para después revolotear y perderse entre las ráfagas de viento. Desde aquel día, dejé de robarlas. Me limitaba a observar, curiosa, su solitaria hermosura.

Ahora es cuando me he percatado de que te has transformado en una amapola. Fácil de extraer y vulnerable, continúas erguida, a duras penas, en un matojo de hierbas monocromo. Más hermoso que nunca, tu color rojo sangre reluce entre la multitud, pero apenas les das importancia. Te has abandonado a una apática forma de vida después de que él renunciase a posarse más entre tus pétalos. Cerrada en banda, cada instante asimilas con más convencimiento que vas a extinguirte, y te rindes a tu condición.

Te estás comenzando a sumir en una existencia marchita de la que, a cada minuto, te va a costar más y más librarte. Pero lo más preocupante es que no rechistas ante las circunstancias. Te has, según tú, conformado: has llegado a aceptar que todo no puede ir a mejor, para después quedarte aposentada en las garras de la apatía. Y ahí sigues, dominada por esas ansias de nada, rememorando quizá bocaditos del pasado que ya se han podrido.

Hay que admitir que llevas parte de razón. Cuando el mundo te descubre que la mayor parte de las cosas tienen fecha de caducidad, no es común empuñar el arma del optimismo y batallear contra él. Sin embargo, al igual que alguien que engulló demasiado alimento en mal estado, has de reponerte. Debes comprender que la vida no para de moverse, que sigue avanzando de modo inexorable aunque tú te empeñes en sentarte a observar cómo pasa.

A pesar de que nunca más puedas volver a ser una utópica, sé al menos una pequeña soñadora. Permite que tus pies echen a andar solos y que se recuperen de las magulladuras. Siente todo lo que te regala el mundo circundante, y aprecia como nunca lo que no te han arrebatado. Déjate llevar y deja de frenarte. Déjate vivir.

Vuelve a ser la flor más luminosa del campo.

Reflexionando...

El pasado es un prólogo.
William Shakespeare

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Si piensas que estás vencida, lo estás...
No des por perdida la batalla contra el desánimo: sabes que hay más después de esto y que puedes conseguir todo lo que te propongas, así que sal en busca de esas otras cosas que pueden llenarte, te están esperando a la salida =)
Laura

ChicaGuau dijo...

Amo Shakespeare :)
Te sigo, ¿me sigues?
¡Un beso! :3

Mirna Macondo dijo...

Mil gracias por pasarte por mi blog... Hoy justamente he hablado de amapolas. Yo también acostumbraba a coger, ese rojo tan vivo que encierra la vida misma me atrae irresistiblemente. Y la efimiredad de sus hojas, suaves, blandas...
Un beso desde mi Marte ROJO como las amapolas.
Mirna

Powered By Blogger