lunes, 21 de septiembre de 2009

Impenetrable

Destino. Reverberante, trascendental, abstracta; así suena tal palabra en mis oídos.

Me dejas pensativa, querido sino. Si te soy sincera, casi nunca he creído totalmente en ti por ti solo, sino más bien en que te vas modelando conforme voy caminando. Sí, yo me labro mi senda y tú me acompañas. No obstante, jamás he querido molestarte en tus propósitos si es que acaso trazas todo el discurrir de mi camino.

Hoy, madurando un pensamiento que llevaba dando vueltas por mi mente varios días, te he recordado especialmente; y es que no sé si eres el culpable de cierto hecho o no.

Por tu culpa o por la mía, entre el bullicio de gente, me he topado con personas cuyo significado tiende a ser imposible de explicar: tan maravillosas, tan humanas, tan perfectas y compatibles conmigo, que doy gracias a quien sea por haberme cruzado con ellas. Si acaso fueras el culpable de provocar mi tropiezo con ellas, esas pocas que me infundieron un verdadero sentimiento de amistad, venero tu culpabilidad. Si fuiste tú el que planeó una treta para llegar hasta él, no me queda más que agradecértelo con creces. Pero todavía no comprendo si eres tú, o soy yo, la que me ha llevado a relacionarme con esa persona, nueva en mi vida, y no sentir ninguna conexión fuerte.

Como habrás podido deducir, valoro mucho las conexiones. De súbito, vas adentrándote en la vida de alguien y saltan chispas: de complicidad, de cariño, de romance. Esa especie de chispas me han indicado en varias ocasiones con quién iba a sentirme, dicho mal y pronto, en mi salsa. La afección puede ser mayor o menor, más o menos fuerte, pero es habitual que experimente algo que me indica que me hallo junto a la persona adecuada, que congenio con ella, más o menos perfectamente, o más o menos fuertemente. Todos congeniamos en mayor medida con unas determinadas personas, sean o no de nuestro estilo, o tengan más o menos cosas en común con nosotros. Las sentimos cercanas. Pero el problema es que a ella no la siento tan cercana como debería.

Quizá sea una intuición, probablemente errónea, pero me da la impresión de que me has hecho una jugarreta, destino. Ella es amable, de buen corazón y bienintencionada; y posee defectos como cualquier persona. Sin embargo, no la siento cercana, no está próxima a mí, y no sé si se trata de una simple impresión o creo que no la puedo corresponder como amiga. Me da la sensación de que me equivoqué creyendo que podríamos conectar.

Destino, me he dado cuenta de que no se conecta porque sí. Me he percatado de que, aunque no sea ni mi culpa ni la suya, la proximidad no se logra a la fuerza. Si conectásemos realmente, las palabras fluirían de otro modo. Los silencios serían placenteros y significarían cosas, como los que ellas, o él, u otras personas junto a las que siento las chispas, me regalan. Sin embargo, los silencios a su lado son incómodos, y busco ansiosa una manera de huir de ellos.

La cercanía no se logra a la fuerza, mas quiero hacer fuerza porque ella se lo merece...

Reflexionando...

Tómate tiempo en escoger un amigo, pero sé aún más lento en cambiarlo.

Benjamin Franklin

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Nunca me he atrevido a tutear a Destino, pero creo que él se divierte mucho jugando conmigo. Creo que es porque puedo soportarlo.

Marta González Coloma dijo...

Lo más probable es que sea por eso :)

Decidí tutearlo porque, al fin y al cabo, es nuestro compañero de viaje...

Unknown dijo...

Destino siempre ha sido un compañero de juegos un tanto extraño. Nos acompañará toda la vida y aún así, al final de nuestros días, seguiremos sin saber exactamente qué quiere de nosotros.

Sólo nos queda hacerle un guiño de ojos e intentarlo. El destino no fuerza, solo facilita.

Te sigo, si no te importa, claro. ;)

Salze dijo...

Ella es buena chica, sí, pero no es la primera vez que pasa eso. Así que quizás no seas tú, sino ella, quien falla en la conexión...

¿Conmigo sí has conectado, pequeña?

Un besín!

Powered By Blogger