domingo, 4 de octubre de 2009

¿Imponer o tolerar?



Por más que indagaba, no hallaba respuesta.

En algunos momentos, se sentía una imperiosa generala. De sus labios brotaban unas rotundas palabras que se reforzaban con tono autoritario. Y, de repente, se producía una transformación. A pesar de su juventud, no podía evitar lagrimear y sentirse cual madre tremendamente preocupada por lo que hacía o dejaba de hacer su hijo. Pero la diferencia era que ella no era su madre.

En realidad, a ella no le gustaba protestar sobre los defectos de los demás, empezando porque lo que veía como defecto podía ser contemplado por otros como algo corriente y moliente, o incluso como una virtud. Sin embargo, en un momento de tensión, podía pretender ser lo más sincera del mundo y proclamar con fiereza que odiaba que hiciese aquello. "Me das vergüenza", llegaba a decir, arrepintiéndose al instante. No podía luchar contra sus principios, pero tampoco contra su inmensa adoración por él; y entonces, todo colisionaba: no sabía hacia qué extremo dirigirse, ni cómo hallar un argumento razonable que mediase en aquel conflicto de dos.

Él, como era natural, se defendía alegando que podía hacer lo que le placiese. Al fin y al cabo, aquello no le hacía ningún daño a ella y tenía que aceptarlo. Otros muchos también se lo habían recomendado en más de una ocasión: "Déjale, ya es mayorcito. Sabe cuidarse." Y nuevamente resurgía el complejo materno.

¿Puedes pedir a alguien que cambie por ti? ¿O acaso no le deberías amar por cómo es?

De súbito, se dio cuenta. No tenía que imponer ni tolerar nada, y en el fondo lo sabía desde el comienzo, antes de que se le hubiese llevado la rabia de sus principios personales. El amor es algo libre, abierto y generoso, ¿dónde había espacio para las normas? ¿Acaso había un hueco para la imposición como prueba del querer?

Si alguno de los dos se sacrificaba por el otro, por su propio bienestar o felicidad, sería de forma voluntaria. Y quizá deberían cambiar las tornas, y sacrificarse ella. Nada de tolerar, permitir, aguantar o soportar. Tan sólo dejarle ser.

Porque sabía que ser una generala no era bueno para los dos.

Reflexionando...

Amar no es sólamente querer, es sobre todo comprender.
Françoise Sagan

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Como dijeron unos sabios:
Let it be.

Unknown dijo...

Nunca es bueno imponer al otro el modo de actuar de uno. Cada persona es libre de ser como quiera, sin constricciones de ninguna clase.

Pero eso sí, en el amor, como bien dices, el sacrificio es voluntario. Y el amor se demuestra en el sacrificio. Poco amor se demuestra si no se cambia voluntariamente.

Entre dos personas que se quieren las acciones del otro siempre afectan a la persona querida, en especial aquellas que resultan autodestructivas. No hay excusas que valgan.

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