martes, 8 de septiembre de 2009

Dos hombres sabios


Hacer las cosas con pasión conlleva sufrir, pero sin sufrir no se alcanza el
éxito, no se logran unas metas.

El primer hombre sabio, con esa simpatía seria tan agradable, había pronunciado unas palabras dignas de ser recordadas, aunque algunos quizá no habían comprendido su significado intrínseco. A pesar de que el ambiente circundante carecía de emoción alguna, ella, meditando lo dicho, se había sentido orgullosa, exultante, complacida por tan sencilla pero verdadera revelación.

El segundo, no obstante, iba a abocar su ánimo a la ruina. Con poco empeño por falsear la realidad, pronunció unas sentenciosas frases que bastaron para descorazonar al más entregado a sus metas futuras. No hizo falta demasiada profundización para que ella, desalentada de súbito, se percatase de que había escogido, sin darse cuenta, una de las ocupaciones más comprometidas, dificultosas y peor recompensadas de la sociedad.


Fue entonces cuando la vena trágica inundó sus pensamientos cual tsunami. Se imaginó a sí misma sentada frente a un ordenador, redactando con tesón y empeño unas líneas para que apenas fuesen valoradas; o incluso preparando humeantes cafés o fotocopiando documentos para luego entregarlos en mano a un tipo trajeado y demasiado atareado como para prestar atención a una simple idea propia, siquiera una sugerencia. En última instancia, fantaseó con un local lleno de zapatos. Zapatos a un lado, zapatos al otro. Zapatos en el almacén. Zapatos en el centro de la sala. "No, por favor." Lanzó una especie de plegaria mental para que aquello no llegase a planteárselo, pues eso significaría que su sueño se habría desmoronado sin remedio.


Aquel segundo hombre sabio, en el fondo, estaba totalmente en lo cierto; precisamente por eso su moral había descendido tanto. Pero su objetivo no era tal, sino derribar una moral caída para levantarla con una esperanza. Recurrió a los porcentajes para ilustrar su peculiar esquema del futuro. Según las cifras, sólo unos pocos sobrevivirían a las dificultades de la base para alcanzar la más alta cúspide. Pero a ella eso no le importaba en realidad. Había otros, algunos pocos también, que no aspiraban a escalar tan alto, sino a vivir conforme a las pautas de su sueño. Esos pocos, aseguraba el hombre sabio, podéis ser vosotros si ponéis el empeño suficiente en ejercitar vuestra mente.


"Podéis ser vosotros. Quiero que seáis vosotros. Seréis vosotros." En clave de humor, continuó con su explicación, pero ella todavía le daba vueltas a lo anteriormente dicho. Parecía como si el primer hombre sabio se hubiese confabulado con el segundo para lanzar su discurso, ya que no podrían estar más enlazados. Comienzos, dificultades, sueños. Dedicación, esfuerzo, sufrimiento, pasión.

Ella quería escribir; y podía hacerlo.

"Pasión-se dijo-,eso es lo que le hace falta al mundo. Y ahora, más que nunca, me alegra ser una apasionada, y además, sufrir por ello. Porque merece la pena."

Reflexionando...

Las pasiones son como los vientos, que son necesarios para dar movimiento a todo, aunque a menudo sean causa de huracanes.

Bernard Le Bouvier de Fontenelle

No hay comentarios:

Powered By Blogger