jueves, 3 de septiembre de 2009

Tormenta indeseable


¿Alguna vez has sentido que te transformabas? ¿Alguna vez te ha dado la impresión de que, al chocar de bruces contra las circunstancias, afloraba tu otro yo? Así es como se produce mi cambio.


Se dice que lo que más doloroso se nos antoja es lo que más nos cuesta admitir y asimilar, mas no parece justo que mantenga mis ojos cerrados ante lo evidente. Mi conciencia me dice "basta" al tan sólo pensarlo.

El autoengaño ya no me es útil: me transformo en ciertas ocasiones; mi faceta optimista se desvanece, dominada por la contraria. El miedo, la ausencia de calma interior a causa de tribulaciones un tanto tontas y los nervios que me atenazan por dentro como si de pinzas se tratasen, me tornan estática. La liviandad se esfuma, la tranquilidad parece alejarse a galope y yo me quedo sola con ellos. Condenados nervios.

Ellos, apoderándose de mi mente, la invaden poco a poco de preocupaciones que me distancian cada vez más de ti, semejantes a una nube que no me permite ver tu sonrisa ni avistar nuestro fondo común, ese baúl de los recuerdos que ambos felizmente compartimos. Y ahí permanezco, bajo el dichoso nubarrón, que únicamente puede ofrecerte miradas lánguidas o quejas inútiles.

Lo peor de estas tempestades momentáneas pero tristemente frecuentes es que deseo evitarlas, y de hecho podría lograrlo de no ser por la falta de esfuerzo. Al fin y al cabo, no intento acabar con esta carencia remediable, pues resulta mucho más sencillo caer en la indignación o en la simple tristeza.

Hoy ha sido diferente. Hoy, al producirse la aparición del nubarrón, he caído en la cuenta de que prometí que esto no volvería a ocurrir. Aquella tarde, mirándote a los ojos plagados de lágrimas, te aseguré que todo iría bien, y que ni una sola gota de lluvia de cualquier tempestad conseguiría empañar nuestra alegría. Pero no ha sido así. Hoy me he percatado de que, en el fondo, tenías tus razones para temer un chaparrón.

Estabas en lo cierto: todo iba a ser diferente, pero me hace falta creer que se puede remediar esa transformación... Creerlo con firmeza, con certeza, incluso con fiereza.

Creer en ti y en mí.

Escuchando... Agua, de Jarabe de Palo.


4 comentarios:

Dani dijo...

Glup... Menos mal que, por lo menos, eres consciente de tus "tempestades". Supongo que es un buen paso... Siento no ser de ayuda.

Marta González Coloma dijo...

Me parece que estas tormentas sólo las puede arreciar uno mismo :) Gracias, Dani.

Álex Garaizar dijo...

Todo el mundo tiene un lado oscuro. En algunos aflora más a menudo o es más visible que en otros, pero está ahí. Parece fácil decir "lo contendré cuando vea que surge", pero no es sencillo para nada. Siempre piensas que está excepcionalmente justificado cuando sientes ese "nubarrón".

Marta González Coloma dijo...

Tienes toda la razón, Álex, pero bueno, siempre se puede hacer algo :(

Powered By Blogger