Permitidme que me ponga cursi, pero a veces no está de más hacerlo. En determinados momentos es incluso necesario. Y este es uno de esos momentos.
El señor del alféizar... Ese desconocido personaje para muchos, pero tan descomunalmente importante para mí que todo lo que quiero decir acerca de él no cabe en un saquito de palabras como este. Desde que entré en su señorío, este pequeño déspota no ha hecho más que descolocarme, ingeniárselas para sorprenderme y darme tanto que a veces me alegra que impere el total desorden en nuestro privado reino.
Tras estos idílicos e inexplicables días, todo lo que pueda divagar sobra. Mejor decir, a manera de conclusión, que no había sido tan feliz desde hacía mucho, pero mucho tiempo. Y con eso ya digo demasiado, él lo sabe. Nunca tan pocas horas de sueño me habían hecho estar tan lúcida.Y hacía tanto tiempo que no lloraba de felicidad... De absoluta y verdadera felicidad.
Y es que todavía no entiendo por qué yo. Sí, ¿por qué precisamente yo he sido tan afortunada? Tremendamente afortunada por encontrarte, y después conocerte, para luego quererte tanto que me cuesta explicarlo con palabras, mis amadas palabras que todo lo solucionan.
En ninguno de esos primeros días de octubre me dio por pensar que aquel enigmático muchacho de la librería iba a ser tan especial en un futuro y no un mero encuentro casual. En ningún momento de ese mes de octubre se me ocurrió aventurar que alguien tan genial pudiese estar interesado en mí de tal manera. Acontecida mi subida al trono, en ningún instante de ese mes de octubre llegué a pensar que mi por entonces efímero reinado pudiese alargarse tanto. Poco a poco me fui percatando de que, aquel que en un principio parecía un despótico señor, era la cosa más encantadora que había pisado la tierra. Y... ¡milagro! Esa cosa me prestaba atención. De hecho, le importaba. Era algo increíble.
Aún más increíble es que, después de cinco meses, cada día mi sorpresa aumente si cabe. Sorpresa porque no puedo creer que alguien tan maravilloso siga a mi lado. Soy incapaz de asimilarlo. Ojalá que el señorío jamás me cierre sus puertas...
¿Estoy soñando, verdad? Pellízcame, anda.
Te quiero.
1 comentario:
Que afortunado debe de ser ese muchacho...
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